MÓDULO 4 - RETO OPCIÓN #1: consiste en hacer un ejercicio de "introspección" y preguntarnos ¿qué podemos hacer cada una de las personas, desde nuestra posición como empleadas o empleados públicos, para impulsar la igualdad de trato y no discriminación? Os pedimos que redacteis una reflexión libre (tanto en extensión como en formato) en vuestros Diarios de Aprendizaje, y la entreguéis como tarea.

Llegamos al final temporal de este curso que no termina aquí. Es un aprendizaje en desarrollo permanente que debe conectarnos con la dimensión social de nuestro trabajo, con la dimensión de cada persona que ejerce su ciudadanía ante cualquier servicio público.

Soy empleada de una universidad pública y ello conlleva la singularidad propia de la configuración de la comunidad universitaria: una triple dimensión en cuanto a la coexistencia de 3 colectivos diferenciados en derechos y deberes como son el alumnado (nuestra razón de existir), el personal docente e investigador y el personal de administración y servicios.  

De los tres colectivos, es, sin duda, el Alumnado quien mayor diversidad presenta y, a su vez por edad y experiencia, el que más atención personalizada requiere. Además del cambio que supone la incorporación a un nivel educativo superior y las oportunidades que representa de futuro, se suman factores como nivel socioeconómico, posibles necesidades educativas diferenciadas, adaptación a una realidad bilingüe en la propia universidad, factores de identidad cultural tanto como de identidad afectivo-sexual, experiencia vital...

Este perfil heterogéneo y rico, necesita una atención cuidada pues no pocas veces se ha considerado como un todo que implica una marginación de situaciones individuales pero comunes, como es no entender otra lengua oficial por ser una persona recién llegada; no atender a necesidades de conciliación presuponiendo que la gente joven vive la vida sin responsabilidades adultas; no facilitar información suficiente sobre servicios de atención a mujeres, hijas e hijos víctimas de violencia de género; no prestar atención a situaciones detectables de inicio de acoso; no redirigir situaciones derivadas de la orientación o identidad sexual; ignorar la presión sobre las mujeres que usan el hijab o cualquier otro símbolo externo ajeno a la que ha sido una realidad sostenida en el tiempo...

En los colectivos docente e investigador y de administración y servicios, esas situaciones, con distintos matices, son afrontadas por la persona afectada desde su vinculación funcionarial o laboral con la universidad: se tienen los recursos de información y pertenencia a la institución que te hacen conocer a quién y cómo plantear la cuestión de que se trate.

Sin embargo, el alumnado está desprovisto de esa capa de experiencia organizativa que facilita conocer qué hacer ante una situación de desigualdad, o, al menos, no se tiene cortapisas en dirigirse a quién corresponda.

A pesar de existir canales de comunicación gestionados por las delegaciones de estudiantes y el propio vicerrectorado competente, la realidad es que es necesario intervenir en prácticas que se han anquilosado en ciertos servicios identificados en los que, como una situación de contagio propiciada por una dirección desabrida (como poco) permite como rutina la desafección con el Alumnado.

Desde la permanente sospecha sobre el Alumnado como sujetos que buscan la trampa en su docencia hasta quien no respeta la confidencialidad en la atención y, sin miramientos, comparte voz en grito situaciones que solo a la persona le corresponde decidir con quién compartir, p.ej. el convenio regulador de divorcio o la situación de tutelado público. No son situaciones esporádicas o aisladas, aunque no llegan a ser comunicadas más que cuando la persona ya tiene un bagaje que le permite defenderse del abuso de trato por parte de miembros de la institución.

Por mi trabajo, soy responsable de detectar y resolver este tipo de situaciones que si bien no pueden ser consideradas constitutivas de una falta administrativa y mucho menos de un delito, sí vulneran los derechos de personas en posición de dependencia para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones. En esas situaciones de no incumplimiento administrativo ni responsabilidad penal, centro mi reflexión.

La primera cuestión es precisar que cada miembro de la universidad, independientemente de la pertenencia a uno u otro colectivo, es responsable de la convivencia respetuosa e inclusiva del conjunto. El quebrantamiento de la convivencia, no necesariamente por algo brutal, sino, más bien, por pequeños tics repetitivos e identificables dirigidos a perfiles determinados, es un asunto público: no se puede considerar privado, o inter partes, aquello que afecta al conjunto de la institución. Nuestra actividad, actitud e interrelación en la universidad viene determinada por ese deber de igualdad de trato y no discriminación.

Partiendo de este aspecto hay que reconocer un primer desliz institucional: no existen cursos de bienvenida ni de formación específica en el inicio de la incorporación a la plantilla. La firma de la plaza/contrato te lleva directamente a tu puesto: dependiendo de las rutinas que allí se practiquen, tu aprendizaje será uno u otro, pues se asimila como natural lo que no lo es.

La segunda cuestión recae en el propio alumnado: las jornadas de bienvenida son un cúmulo de información en muy poco tiempo y, por tanto, caen en el olvido...hasta que necesitan algún tipo de servicio. El alumnado no es "educado" en su incorporación a la universidad: no existe tiempo suficiente para enseñar cauces de comunicación, vías de interrelación institucional ni derechos y obligaciones. Lo aprende sobre la marcha. El resultado es cierto desvalimiento y desconfianza hacia la institución ante posible abuso tanto de miembros del alumnado como del personal (incluido docentes): esto último, desconfianza hacia la institución como "autoridad", es común en los primeros contactos y propio de su maduración personal.

La tercera y última cuestión que aquí planteo es la desconexión entre servicios de la misma institución: hay una resistencia a la colaboración que lleva a ignorar ciertas situaciones. Si detecto que en mi servicio una persona realiza comentarios vergonzoso sobre el origen étnico de una persona, la actitud suele ser la inhibición ante la compañera o compañero con quien comparto 8 horas de jornada. Si la persona agredida acude al servicio correspondiente para comunicar lo oportuno, desde el servicio se choca con un muro de silencio o de negación ante lo ocurrido. En otras ocasiones, la solicitud de datos no es respondida, lo es de manera incompleta o en un muy largo plazo. En el primer caso estamos ante una verdadera ley del silencio, en este último simplemente no consideran de importancia el maltrato...salvo que esté pendiente la encuesta de satisfacción.

Desde mi posición, simplemente como funcionaria, la cuestión es clara: comunicar aquello que no es norma al mando superior y si es necesario, transmitirlo por los cauces formales (sistema de quejas, felicitaciones y sugerencias); no participar ni admitir en mi presencia lo que se escuda como broma, chascarrillo o humor: si callas, otorgas y eres partícipe; impulsar que se facilite la información oportuna a toda persona interesada en algún aspecto concreto no mayoritario y no siempre suficientemente difundido (p.ej. uso de su nombre social según su identidad); participar en las iniciativas institucionales formativas o eventos sociales (lectura de manifiesto, p.ej.); colaborar en aquellas situaciones en las que se solicite pluralidad de origen; realizar propuestas de mejora con perspectiva de inclusión y no discriminación: desde el lenguaje y la comunicación hasta la revisión de programas y presupuestos.

Lo expuesto precisa de un último apunte: la renovación de los códigos de conductas de cada institución con una perspectiva de igualdad de trato y no discriminación. Esos códigos deben ser la pauta de nuestra práctica en la interrelación con la ciudadanía y la formación dirigida a dotar de herramientas y estrategias propias a cada miembro del funcionariado y personal laboral para su trato con quienes son nuestra razón de ser.

Gracias por vuestra atención a lo largo del curso. Gracias a quienes tanto aportáis.

Hasta pronto

 


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